Los vinos de Gabriela, entre leyendas y colibríes
Una fusión entre cultura caribeña y tradición vitivinícola argentina
Por Amanda Díaz de Hoyo
Hay ideas que vienen zumbando a la cabeza. Son vibraciones esporádicas que llegan, revolotean y se van. Eso nos pasa a todos. Eso sí, está en cada quien desarrollarlas, darles pensamiento y forma hasta concretarlas. Y les aseguro que, una vez materializadas, tendrán su evolución.
Conversaba con Gabriela García Hopgood, una joven dinámica que llevó el anhelo de crear sus propios vinos guardado en su mente hasta que llegó el momento propicio para darle forma a un proyecto innovador, colorido y lleno de sabor.
Desde que tenía 15 años, revoloteaba entre las faenas de la bodega Lamadrid, en Luján de Cuyo, provincia de Mendoza, en Argentina. Es una bodega con raíces antillanas, fundada después de que su padre vendiera su empresa en Puerto Rico y decidiera mudarse al Cono Sur.
Con los años, la inquietud de ir un paso adelante siguió presente entre sus estudios formales, su mente inquisitiva, sonrisa y ansias de proseguir en el mundo del vino. Fue entonces cuando Gabriela se hizo sommelier.
“En el año 2017, ya estaba la idea en mi mente de hacer un vino”, dice la joven puertorriqueña de ascendencia cubana. Confirma que, cuando comentó su idea en la bodega de su papá, no le hicieron mucho caso, pero la idea permaneció hasta que se cruzó con el momento propicio.
En los viñedos familiares cultivan las cepas Bonarda, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc y Malbec. De esos aromas, sabores y texturas nació el proyecto nuevo: Zunzun.
Para ello, Gabriela estuvo en conversaciones con Angélica Yáñez, quien es enóloga, a quien admira, pues “conoce todos los niveles de nuestra bodega”, comenta. Con Angélica, comenzó una nueva era del vino en Lamadrid.
¿Por qué Zunzun?
Ese es el nombre que le dan en Cuba a los zumbadores o colibríes. A estas aves también se les conoce como picaflor. Esa pequeña ave de movimientos casi continuos representa la vida que encierra cada vino: puro movimiento de emociones.
Los zumbadores o colibríes tienen varios significados que se adaptan a cada quien. Para los nativos americanos, representan bendiciones; en Centroamérica, son almas de guerreros nobles; y en el Caribe, simbolizan amor y los espíritus de nuestros ancestros. Imaginen resumir todo eso en una copa de vino.
Zunzun nació en sus botellas en 2019, cuando se lanzó su primera edición. Gabriela reconoce que honra sus raíces caribeñas en estos vinos y que se inspiró en la leyenda taína del colibrí de Pura Belpré. En cada etiqueta se plasma, en colores y formas, el revoloteo del colibrí. Cada etiqueta es diferente y lleva tonos alusivos al vino que guarda la botella. Estas son obras del artista Camila Buxeda.

¿Con qué se marida el vino?
“El vino se marida con música y buenos libros”, dice la joven, y rememora su niñez, en la que pasaba horas rodeada de libros.
Entonces nuestro diálogo cambió un poco al comentar que uno de los efectos del vino es llevarnos, con sus aromas, texturas y sabores, a otras dimensiones. “Definitivamente el vino nos hace viajar en el tiempo, nos lleva a otros momentos, a otros lugares, como si viajáramos a nuestros recuerdos”, comenta Gabriela.
¿Cómo defines los vinos que haces allá en Argentina? “No quiero entrar en el mundo de los extremos, no quiero definirlos como orgánicos”, acota. No obstante, estos vinos son veganos, ya que no se utilizan sustancias de origen animal en el proceso de clarificación.
“En la bodega cofermentamos y usamos depósitos de cemento. Ya en febrero cosechamos las uvas del rosé, y en marzo y abril cosechamos el resto”, explica.
Elaboran tres vinos
Por lo pronto, elaboran tres vinos. Uno es el rosé de Cabernet Franc, elaborado con uvas provenientes de las fincas de Agrelo. Es un vino para beberse fresco, excelente para climas cálidos, con notas de frutas cítricas en aroma y algo de melocotón que resulta muy llevadero en boca. Es una buena opción para pastas con salsas ligeras, platos con pescado y arroces. Genial para un buen playlist, y ya tienen uno sugerido.
El vino naranjo, cuyo color con destellos anaranjados sumidos en un abismo amarillo, es muy peculiar. Está elaborado con frutas provenientes de los viñedos de la zona de Medrano Rivadavia. “Este vino lo elaboramos como si fuera tinto, pues se fermenta con el hollejo y así adquiere su color”, comenta Gabriela.
Las notas herbáceas, algo de almendras mezcladas con frutas tropicales, van de nariz a boca para brindar una grata experiencia organoléptica. Es un vino que también se toma fresco, muy amable al paladar, y acompaña bien entremeses y comidas ligeras.
El vino tinto de Zunzun lleva frutas de la zona de Agrelo y es un producto en el que se fermentan las cepas Bonarda y Malbec. Es intenso en color, con destellos rubí; en nariz, tiene notas de flores y frutas cítricas que se muestran plenas en el postgusto medio. Es un vino que se deja tomar bajo cualquier pretexto y, a mí, me hizo pensar que con una pizza primavera iría como anillo al dedo.
Los vinos Zunzun, distribuidos localmente por Fine Wine Imports, con sus llamativas y hermosas etiquetas, se consiguen en diferentes comercios aquí en Puerto Rico.