Los vinos de la Casa Blanca: 100% estadounidenses y causantes de desenlaces imprevistos
Por Eulàlia Galante Perarnau
Washington (EFE) – La historia reciente de Estados Unidos cuenta con episodios rocambolescos como el asalto al Capitolio de 2021, pero el país ya tenía experiencia en situaciones atípicas como la vivida en 1829, cuando la fiesta por el nombramiento del séptimo presidente del país, Andrew Jackson, fue un descontrol por un claro motivo: el vino.
«En aquel entonces todo el mundo podía entrar en la Casa Blanca y, con la bebida, la multitud enloqueció en dicha fiesta inaugural y empezó a dañar objetos del edificio», detalló en una entrevista con EFE Frederick J. Ryan, quien fue jefe de gabinete del expresidente Ronald Reagan (1981-1989) tras su paso por la Casa Blanca.
Este es uno de los secretos y anécdotas que él mismo revela entre las más de 450 páginas de la nueva edición de ‘Wine and the White House: A History’ (El vino y la Casa Blanca: Una historia) para explicar la importancia histórica del vino en la vida que transcurre en la residencia oficial del presidente de Estados Unidos.
«El personal tuvo que llevar el alcohol al césped del patio delantero de la Casa Blanca para que la gente saliera del interior de la casa», prosiguió con el relato el autor, quien fue uno de los creadores en 2007 del portal Político y, posteriormente, durante una década editor y director ejecutivo de The Washington Post.
El voluminoso libro pretende apoyar el trabajo y la misión educativa de la Asociación Histórica de la Casa Blanca. El autor acaba de publicar a mediados de febrero una segunda edición actualizada de la obra que salió originalmente a la venta en 2020 y que, desde entonces, ha recibido 12 premios nacionales e internacionales.
«Se utiliza esta bebida en la diplomacia desde la fundación del país. Hay registros de que el presidente George Washington bebía vino mientras planificaba la Guerra de Independencia», aseguró desde su despacho en la Fundación Presidencial Ronald Reagan, de la que actualmente preside el patronato.
Ryan añadió que esta bebida es «una herramienta de protocolo y persuasión», un distintivo de los encuentros relevantes que cuenta con lenguaje propio: «Brindar, alzar una copa en la mesa, es una forma de mostrar respeto».
Y la Casa Blanca ha hospedado presidentes con gran interés en el ámbito, como Richard Nixon, Thomas Jefferson, que hasta tomaba «meticulosas notas» de los vinos que se servían en los banquetes o Ronald Reagan que, como contó su exjefe de gabinete a EFE, conocía la industria vinícola por sus años de gobernador de California (1967-1975).
Unos perfiles que contrastan con los más recientes, ya que tres de los cuatro últimos presidentes estadounidenses son abstemios: George Bush, Donald Trump y Joe Biden no beben, pero durante sus mandatos el vino continuó desempeñando un papel central en el protocolo y, cuando tocaba brindar, ellos lo hacían con «zumo de frutas, agua u otras bebidas».
De todos modos, Ryan aclaró que las cantidades de vino que se sirven en estas reuniones son «moderadas» porque anfitriones e invitados «están a punto de tomar decisiones importantes».
Una bodega austera y con etiqueta nacional
Actualmente, en los estantes de la bodega de la Casa Blanca hay exclusivamente vinos americanos y en pocas cantidades, puesto que lejos de conservar miles de botellas durante años, «el presidente y su personal compran el vino antes de cada evento especial».
La elección final siempre tendrá etiqueta estadounidense con el fin de dar a conocer que «ahora mismo los 50 estados tienen buen vino», por lo que la conexión geográfica con los invitados se establece a partir de otros aspectos, como el origen del viticultor.
«Cuando vino el Rey Juan Carlos I de España en el año 2000, se sirvieron tres vinos americanos distintos elaborados por viñateros de ascendencia española», detalló a modo de ejemplo, a la vez que mostró en el libro la página dedicada a este encuentro.
Paradójicamente, el vino permaneció en la Casa Blanca también durante el período de la conocida ley seca, por lo que Ryan cree que «su presencia en la mesa presidencial no va a decaer» al tratarse ya de un protagonista más de la costumbre del poder estadounidense y mundial.