La transformación de los vinos de Puglia

Por Amanda Díaz de Hoyo
Especial para Vibeer

Con una cultura rica en siembras y cosechas por la fertilidad de sus planicies, una grata climatología y el don de su gente, Puglia —Apulia en español— cuenta con más de 106 hectáreas dedicadas a las viñas y muchas otras a diferentes cultivos. Esto le permite ubicarse en el primer lugar en producción de vinos de Italia. Así comenzamos a hablar de Puglia con Angelo Varvaglione, un joven bodeguero que lleva la parte de mercadeo de la empresa familiar. Para ubicarnos en geografía italiana, Puglia está en el sureste de la península, ocupando parte del tobillo, el talón y el tacón de esa bota que a leguas reconocemos en el mapamundi.

Tiene mucha costa y excelentes suelos para cultivos como tomates, almendras, olivas, uvas y trigo durum. Este último es el clásico en la elaboración de las pastas, comentó Angelo y añadió que el 60% del aceite de oliva italiano viene de esta zona.

¿Por qué los consumidores locales aún no reconocen los vinos de Puglia y sí los de otras denominaciones de origen italianas? “Mucho tiene que ver con que por años los vinos producidos en esta zona eran de corte y de a granel”, explicó. También se usaban para elaborar vermouth. Pero comenzó la transformación paulatina y radical por parte de los vitivinicultores. “Se adoptaron nuevas prácticas, se añadió tecnología y se trabajó con el manejo del viñedo y esa transformación continúa”, acotó Angelo, quien desde que se unió a la empresa familiar, fue cambiando para adaptar prácticas sustentables y a la fecha de hoy la bodega se posiciona entre las de mayor desarrollo en la zona, con un aumento en producción de botellas de vino, elaborados con calidad.

De hecho, revisando cuáles son los vinos más populares en un site dedicado al tema, encontré que Varvaglione tiene tres: Varvaglione Papale Línea Oro Primitivo di Manduria; Papale Primitivo di Manduria; y Varvaglione 12 e Mezzo Primitivo del Salento.

Esa colaboración en la transformación ha sido y seguirá siendo una de sus aportaciones más evidentes. “No ha sido fácil cambiar la forma de hacer las cosas pues hay resistencia”, dijo pero ya Varvaglione1921, la bodega familiar que ya ha alcanzado un siglo de existencia, cuenta con la certificación de sustentabilidad de Equalitas, se unió al cambio. Este es un verdadero compromiso, no solo con el país de origen sino con el respeto por los recursos y la supervivencia de la humanidad.

Las cepas autóctonas de Puglia

Con un repaso por las cepas autóctonas blancas y tintas nos adentramos en la materia de los vinos. Entre las blancas reducidas en la zona están: Falanghina, Malvasía Bianca, Fiano y Verdeca.

Las tintas incluyen, entre otras, Nero di Troia —que se refiere a la antigua Troya de donde es originaria la cepa y no del pueblo de Troia, Puglia—, Primitivo (la hermana italiana de la Zinfandel), Bombino Nero y Negroamaro.

Claro que siembran otras cepas de fuera como Chardonnay y Sauvignon Blanc en blancas y Sangiovese y Trebbiano.

Hoy por hoy, la responsabilidad enológica la lleva Cósimo Varvaglione, el padre de esta generación. Angelo explicó quién hace qué en cuanto a labores en la empresa se refiere. Su hermana Francesca es la enóloga asistente mientras Marizia está en la parte de diseño de etiquetas, dándole juventud y agilidad visual a las mismas que antes solían ser austeras y sobrias.

Sobre el mercadeo comentó que sus vinos tienen reconocimiento mundial, se exportan a 70 países y entre sus clientes “top” están Alemania y los Países Bajos, comentó Angelo y continuó diciendo que el mercado asiático es muy interesante, en particular China y Japón. En el caso de Latinoamérica, México es un cliente importante, “aunque ellos mismos elaboran vinos”, agregó.

Los vinos degustados

Aunque presentó 4 etiquetas, 3 con el nombre de 12 e Mezzo, que alude a que solo contienen 12.5% de gradación alcohólica, y una de Papale, solo degusté dos: el 12 e Mezzo Negroamaro del Salento, 2019, y el Papale Primitivo de Manduria 2017. Estas 4 ya están disponibles localmente en El Almacén del Vino de B. Fernández.

Son completamente diferentes uno del otro. El Negroamaro del Salento 2019 tenía un color rojizo púrpura intenso, que se presentó en primer golpe de nariz con notas de frutas rojas como las cerezas y las ciruelas maduras. En boca es sedoso, llevadero y equilibrado. Entonces me aparecieron las notas especiadas, como de regalíz.

Este vino se diseñó para el verano, se sirve fresco y se adapta a bastantes platillos de la cocina criolla.

El Papale 2017 es otra cosa. Es un vino complejo, estructurado, que merece detenerse un poco. De color intenso oscuro con destellos violetas, en nariz se aprecian las ciruelas maduras, las flores rojas y hasta especias como la pimienta. En boca, los taninos son más golosos, de paso sedoso y en el postgusto persisten notas de vainilla y chocolate.

Intercambiando impresiones sobre los vinos, pregunté a Angelo cuál era su próximo paso fuera del mundo del vino. Con una amplia sonrisa, habló sobre sus estudios en astronomía y que pronto obtendrá un máster en esa área. Seguir el sueño de estudiar el cosmos, trabajar en la NASA todavía persiste y sabe que lo puede lograr. Para ello cuenta con el apoyo de su papá y puede balancear su trabajo con los estudios. Del vino a los universos, quién sabe qué surgirá.

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