Carlos Moro: En armonía con la paciencia
Por Amanda Díaz de Hoyo
San Juan, Puerto Rico – En un siglo lleno de inmediatez, ver cómo un visionario pudo apostar hace unas décadas, a la sostenibilidad, tan necesaria hoy día, es un lujo. Un gran vino se hace pensado, con calma y con mucha atención.
Seguramente, cuando estableció su primera bodega para tarde en la década de los 80, tenía esbozado un plan básico que se fue adaptando a las necesidades inmediatas y a las proyecciones. Eso sí, hablar de la tierra con respeto y responsabilidad forma parte de su ADN pues sus antepasados estaban ligados al mundo de la viticultura.
Escucharlo tratar temas de innovación tecnológica, sostenibilidad y plataformas de información es ver el compromiso que tiene con la industria del vino desde diferentes ópticas.
Conocí a Carlos Moro, el mismo año que nos trajo el huracán María. Fue para temprano en el 2017, cuando junto con su esposa, nos presentó el rosado Emina, de la denominación de origen Cigales, y su CM de Rioja.
Cuando regresó a Puerto Rico recientemente trajo su nuevo proyecto, el Viña Caeira, un albariño elegante, que recoge en cada sorbo lo mejor de las Rías Baixas, con aromas de peras d’Anjou y azahares, es persistente en boca, goloso, y elegante.
Carlos Moro, cuya primera bodega fue Matarromera en la Ribera del Duero, ahora regenta un grupo llamado Bodegas Familiares Matarromera, que cubren denominaciones de origen de gran prestigio: Ribera del Duero, Rioja, Rueda, Cigales, Ribeiro, Rías Baixas, y Toro.
En estos los proyectos “ hemos apostado a todas las tecnologías de la viña y del suelo” comentó y añadió que con ellas va la investigación como fundamento del manejo concienzudo de los recursos.
Entre los retos con los que se ha topado, tal como nos sucede al resto de los mortales, está la crisis climática con el consabido calor. Junto con el calor están “ las emisiones del CO2 a la atmósfera”. Explicó que participó de un proyecto con Miguel Torres, de las bodegas catalanas Torres, para enfrentarse a los retos del cambio climático.
Hoy por hoy, sus bodegas se han transformado para ser sostenibles, utilizando un modelo específico como señala en su libro más reciente “Pasión por la Tierra, Pasión por la Empresa”. El modelo se basa en la sostenibilidad, el medioambiente y la lucha contra el cambio climático y, el desarrollo de productos más naturales, saludables y ecológicos.
Entre las prácticas sostenibles que le han valido diferentes reconocimientos están: la recolección de agua de lluvia; la producción de energía de fuentes renovables como fotovoltaica, foto térmica, eólica, biomasa; la reducción de emisiones de CO2 a la atmósfera; el tratamiento de residuos y el uso de subproductos, entre otras.
Las Bodegas Familiares Matarromera son, sin lugar a dudas, un verdadero compromiso con el planeta, con los recursos y con las generaciones venideras.
El suelo que se trata con reverencia, las viñas que crecen con respeto, la cultura de una zona que se acepta con deferencia, produce vinos de distinción. Para producirlos cuenta con un equipo de trabajo que va desde los campos hasta las bodegas, con 15 enólogos. Aquí aclaró Carlos Moro, que uno de los enólogos tiene que ser de la denominación de origen dónde está enclavada la bodega. “ Son los que conocen a fondo su tierra” añadió.
Toda esta conversación se dió entre vinos y periodistas. Añadí detalles de su libro, que es magnífica referencia para conocer interioridades de una agroempresa multidisciplinaria que solo vemos por quizás el glamour que se le otorga en los medios sociales y que deja afuera la profundidad sociocultural y agrícola que encierra.
Los vinos que producen en sus bodegas muestran esmero y dedicación. Fueron preciosos todos los que degustamos, cada uno con una personalidad que refleja lo mejor de su terruño.
Ya les di el anticipo del albariño Viña Caeira. Luego le siguió el CM Crianza 2019, con sus notas de clavo e incienso, armonioso en boca y de buen postgusto. El CM Prestigio 2017, elaborado con viñas provenientes de La Bastida, en la Rioja, de color rojo con destellos violáceos, presenta en nariz mucha fruta roja madura y especias. De taninos elegantes en boca, deja un postgusto medio largo.
Seguimos con el Matarromera Esencia, de la Ribera del Duero, con aromas más complejos, mucha fruta madura, especias, toques tostados, que en copa se desvelan a medida que el oxígeno hace sus magias. De momento, una botella de Matarromera Gran Reserva 2015 llegó a la mesa, para culminar el encuentro con un gran maestro de las artes del vino y la tierra. El 2015 fue una añada excelente y el vino de Matarromera hizo sus galas dejando en mi registro gustativo una estrella de excelencia.
Estos vinos se consiguen en El Hórreo de V. Suárez.