Paul Hobbs: Un pionero del vino enfrenta los retos del cambio climático

Por Amanda Díaz de Hoyo
Especial para Vibes

Mucho se ha escrito sobre Paul Hobbs en el mundo de la vitivinicultura mundial. Es un hombre atado a la tierra, esa que nos da la vida, muy conocido por sus grandes aportaciones a la industria del vino.

Supo expandir sus horizontes más allá de California, colaboró para que la cepa Malbec fuera reconocida como la emblemática de Argentina. Ha sido forjador de tendencias, y hablar de sus viñedos es conocerlos con pasión.

Desde su infancia en el estado de Nueva York, donde se crió en una finca dedicada al cultivo de manzanas, ya se iba entrelazando con las bendiciones de los suelos y el sentido de pertenencia que estos otorgan a los frutos.

Esos pininos le abrieron otros rumbos a quien se propuso en algún momento ser médico, pero la vitivinicultura cautivó su vida. Es un hombre multifacético, agricultor, enólogo y visionario, que cree en buscar la excelencia tanto en la mayordomía de la tierra como en la elaboración de vinos que expresen la pertenencia, que hablen del terruño.

Cuando vino a Puerto Rico, tuve la oportunidad no solo de estar en una presentación de sus viñedos y probar algunos de sus vinos. Mientras hablaba, con ese compromiso con la tierra mediante las prácticas sustentables y sostenibles, supe que la redacción de esa experiencia tenía que ir de la mano con el mes del planeta.

Entonces, en un aparte con Paul Hobbs, hice la pregunta de cómo trabajaba el asunto de los fuegos en California que cada vez son más intensos y frecuentes en diferentes partes del mundo, pero más en zonas de viñedos.

“Cuando tenemos incendios forestales, mayormente en la temporada de crecimiento, máxime en la etapa final, la cosecha, el humo de los fuegos causa contaminación por humo en los vinos. Lo único que podemos hacer es plantar en zonas donde el riesgo de fuegos es menor. Los fuegos forestales están fuera de nuestro control”, dijo el afamado vitivinicultor y añadió que si el viñedo está rodeado por fuegos, “no vas a poder cosechar la fruta y hacer vinos”.

Nadie quiere vinos que sepan a cenizas, y estos fuegos representan pérdidas millonarias en los cultivos, propiedades y en la vida animal.

Por eso son muchas las prácticas saludables en el manejo de viñedos e investigaciones que se están llevando a cabo. Entre muchas, destaco el trabajo que realiza Anita Oberholster, especialista en enología del Servicio Cooperativo de Extensión de la Universidad de California en Davis, quien ha estado estudiando el efecto de la contaminación por humo de las viñas.

Se reconoce que los fuegos forestales son eventos cada vez más frecuentes en California y en otros países productores de vinos.

El problema de los sabores de ceniza en los vinos viene por la exposición prolongada de las viñas al humo. Esta exposición arruina añadas completas y, por ello, los esfuerzos van dirigidos a prevenir incendios y desarrollar tecnología.

Según la especialista, existen muchas variables para la contaminación por humo ‘smoke taint’. Cuántas veces se expone el viñedo y hasta la variedad de uva plantada son algunas de estas. Muchos vitivinicultores usan el análisis químico para ver la posibilidad de contaminación presente.

Mediante la investigación se consideran las barreras de humo y el desarrollo de sensores a bajo costo que puedan detectarlo, añade Oberholster.

Otro investigador y profesor de UCD, Kaan Kurtural, trabaja con viticultores en temas de cambio climático y vinos. Realiza estudios con injertos y combinaciones de clones que muestren potencial para tolerar sequía y busca prácticas agrícolas que mitiguen los efectos del clima cálido. Analizan variedades del sur de Italia y de Grecia, así como sistemas de sombra que filtren los rayos ultravioleta.

En un artículo titulado To Manage Wildfire, California Looks to What Tribes Have Known All Along (npr.org), de Lauren Sommer, se aprecia el trabajo de cooperación entre el gobierno estatal, las tribus indígenas y estudiantes universitarios para restaurar prácticas ancestrales conocidas como quemas culturales.

Estas quemas controladas eran práctica común de las tribus para controlar la maleza y promover el crecimiento de plantas. Estas prácticas unían el manejo del bosque, la restauración y la espiritualidad.

Sin embargo, al llegar los colonizadores y sacar a los nativos de sus tierras, quedaron totalmente prohibidas, esto por el temor de estos últimos al fuego y por imposición de sus creencias religiosas. La ironía de la vida es que el tiempo parece dar la razón a los indígenas y, ante el cambio climático, se retoman las prácticas para beneficio de todos.

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