Noelia Callejo y el espíritu de Sotillo del Duero
Por Amanda Díaz de Hoyo
Especial para Vibeer
Hace unos días, cuando entrevisté a la enóloga Noelia Callejo, esa impresión de que cada vino es un portal de emociones y cultura afloró en mi piel. Cada vino es un detente que rompe con el ajoro de la cotidianidad de este siglo. Es un honor a la paciencia en todas sus dimensiones.
Con Noelia me adentré un poco en la historia familiar. Sus padres, Félix y Pilar, establecieron la bodega en 1989, cuando ya la Ribera del Duero estaba tomando auge. Los cuatro retoños del matrimonio se criaron entre las faenas propias de esta agroempresa y hoy por hoy, ya adultos, forman parte de la empresa familiar. Son Noelia y José Félix quienes llevan las riendas de la enología. Beatriz y Cristina comparten otras tareas dentro de la empresa.
Tanto Noelia como José Félix, luego de formarse como enólogos, trabajaron en bodegas fuera de su natal España. Sus experiencias en el extranjero de seguro se interpretan en los vinos. José Félix trabajó en Château Petrus, Francia, y en Bodegas Torres, Chile.
Noelia, por su parte, trabajó en Araujo Estate, California, y en Viña Cobos, Argentina. Esta última bodega es el proyecto que fundó el reconocido enólogo Paul Hobbs.
“Es muy importante salir de donde uno es”, dijo al reconocer que esas experiencias otorgan nuevas perspectivas en la elaboración de vinos. Añadió que cuando regresó a casa luego de laborar fuera, vio con otra óptica el entorno donde se crió. Fue ahí cuando tomó la decisión de trabajar en la bodega familiar.
Los vinos de Callejo
En la mesa estaban las propuestas, listas para que iniciáramos un trayecto de sensaciones. Cada uno con su etiqueta elegante, pensada y distinta. Comenzamos con El Lebrero 2021, un Albillo Mayor.
Esta cepa, autóctona de la Ribera del Duero, está dando de qué hablar entre los aficionados al vino. Produce vinos blancos agradables y fáciles de combinar con platos ligeros. Explica Noelia que “el cruce de Albillo Mayor y la variedad Benedicto dio origen a la Tempranillo”.
La cepa Benedicto es considerada por muchos “la madre de la Tempranillo”; si es así, la Albillo es el padre.
Las uvas de este vino provienen de dos parcelas dedicadas exclusivamente a su cultivo: El Lebrero y La Virgen de la Ermita.
En el caso de El Lebrero 2021, apreciamos un vino de color dorado pajizo brillante, con frutos y flores blancas en nariz, que me recuerdan las peras, algo de azahares y toques minerales muy sutiles. Este vino representa un mundo de probabilidades para una denominación de origen que se ha destacado por asombrarnos con los vinos tintos.
Mientras degustábamos, Noelia comenta sobre el viaje más importante que está haciendo con su hermano: «el viaje a las raíces». Explica que «mucha gente hacía las cosas por intuición y no movidos por exigencias del mercado”, para acentuar la ruta que como enólogos se han trazado: mostrar identidad.
Como parte de esa identidad, Noelia trajo consigo una mata de la zona y una piedra caliza. Con su dedicada explicación de las parcelas y habiendo conocido cómo pasó la piedra por la seguridad del aeropuerto, Sotillo del Duero no se me olvidará.
La segunda opción es quizás la más conocida localmente, Flores de Callejo 2022. «Es nuestro vino más joven y regional”, comenta sobre este 100% Tempranillo, de mucha fruta y amigable.
El Parajes de Callejo 2021 «es un vino de pueblo, y aquí recuperamos la Garnacha», dice Noelia sobre la tercera opción. Explica que para su elaboración cofermentan Tempranillo, Garnacha y Albillo Mayor. Esta técnica, cada vez más usada, potencia sabores y estructura, entre otros detalles. Este vino es más intenso que los anteriores, y al mismo tiempo se presenta alegre, delicado, elegante y muy adaptable a diferentes paladares. Lo defino como vino de inclusión, porque representa el dinamismo y diversidad de pensares dentro de la vinicultura de este siglo.
Como cuarto proponente, el Finca Val del Roble, también del 2021, representa muy bien su terruño.
«Se elabora con uvas que provienen de un páramo calizo», dice la enóloga y apunta que de ese lugar proviene la piedra que trajo. En esa parcela solo plantan Tempranillo y Merlot. Con una composición de 75% Tempranillo y 25% Merlot, como manda la D.O., tiene nariz elegante, con buena presencia de frutas, algo de notas torrefactas y balsámicas, para que el paso por boca sea redondo y nos dé un postgusto aterciopelado medio largo.
La quinta opción, el Majuelo de Callejo 2020, es un vino muy gastronómico. De buena acidez, taninos gratos, resulta bien expresivo en nariz y boca en cuanto a fruta madura, toques de flores y leves especias. Se elabora 100% con Tempranillo y se añeja 18 meses en foudres.
El Félix Callejo 2018, en cuya etiqueta aparece un Félix Callejo en años mozos, muy elegantemente vestido, montado sobre una bicicleta en sentido contrario, es la sexta propuesta presentada.
“Mi padre era el menor de cinco hijos, sus cuatro hermanas eran modistas”, comenta Noelia sobre la manera de vestir de su padre en aquella época, cuando vestir era un arte. Así es el vino, impecable y elegante.
El toque final llegó con el Gran Reserva del 2018. Conviene aclarar que en Bodegas Félix Callejo se han alejado del sistema de clasificación usual: joven, crianza, reserva y gran reserva. A excepción de este vino, no hay otros con clasificación.
¿Por qué?
Aquí se retoma y con una razón particular que Noelia define como «para anclarnos en las raíces» y lo define como un vino de paciencia, de reivindicación, un clásico moderno. Con una nariz de mucha fruta madura, especias y algo de mineralidad sutil, es un vino que habla de su entorno, de Sotillo del Duero, como representante sedoso, de buenos taninos y elegante, un gran amigo para distintas expresiones culinarias.
Con este vino, una agradable conversación y el recuerdo de una piedra viajera concluimos este encuentro.