De coñac a brandy, un quebradero de cabeza para los armenios

Por Anush Janbabian

Ereván, 21 ago (EFE) – Uno de los símbolos indiscutibles de Armenia, junto con el bíblico monte Ararat, es su famoso coñac, bebida favorita de Winston Churchill, que el país tendrá que renombrar como brandy tras llegar a un acuerdo con la Unión Europea.

Según el pacto, firmado en 2017 y ratificado este verano, Ereván tiene que dejar de emplear el nombre «coñac» en su aguardiente de vino destinado al mercado exterior a partir de 2043.

La medida también afecta la comercialización del brandy armenio en el mercado local, donde no podrá denominarse «coñac» ya desde 2032.

COÑAC, SOLO EL DE FRANCIA

Y es que la UE insiste en que el coñac es todo aquel que se produce en la localidad francesa de Cognac, mientras las demás bebidas deben utilizar el nombre de brandy.

A cambio de rechazar al coñac, el país caucasiano recibirá de Bruselas un total de tres millones de euros que se destinarán a la complicada labor de ‘rebranding’, un proceso que por el momento carece de una hoja de ruta y provoca inquietud entre los fabricantes de coñac armenios.

«Por el momento, es muy difícil de decir cuánto tiempo se requerirá para que la nueva marca se gane un nombre en el mercado internacional», dijeron a Efe en la fábrica de brandy, vino y vodka «Ararat», en Ereván.

Los conocidos fabricantes del coñac, que producen anualmente cerca de 20 millones de botellas, precisaron que actualmente el 95% de su aguardiente de vino se destina a la exportación, siendo Rusia el principal mercado consumidor.

Los representantes de la fábrica insisten en que solo tras la elaboración de un programa concreto para ejecutar el proceso de cambio de nombre será posible hablar de ese reto más en detalle.

Y mientras, todas las reflexiones sobre el tema no hacen más que aumentar la incertidumbre.

BEBIDA DE LUJO

La historia contemporánea de la bebida nacional de Armenia comienza a finales del siglo XIX, con la apertura de una fábrica en Ereván, aunque muchos creen que el aguardiente de vino se destilaba en el valle de Ararat desde tiempo inmemorial.

Y es que la calidad de la uva, del agua y la tecnología de conservación en barriles de roble especiales confieren al brandy armenio un sabor y un aroma capaces de satisfacer los paladares más exquisitos.

Fueron precisamente estas características las que le catapultaron a la fama en tiempos de la Unión Soviética, cuando el coñac armenio era apreciado en cualquier punto del imperio rojo desde el Báltico hasta el Vladivostok.

Pese a su precio bastante alto, el brandy armenio estaba presente en todas las celebraciones importantes en los hogares soviéticos, fuese un cumpleaños o una boda.

OCASO Y ASCENSIÓN DE LA INDUSTRIA

La desaparición de la Unión Soviética de los mapas repercutió en todos los ámbitos de la vida de las repúblicas que formaban parte del Estado comunista.

Los fabricantes del coñac armenio tampoco pudieron esquivar el golpe y ya en 1998 la compañía francesa Pernod Ricard adquirió los derechos de la conocida marca del coñac armenio «Ararat».

No obstante, en la década de los 2000 la industria vivió un nuevo renacer tras la reconstrucción de antigua fábrica de coñac de Ereván por parte del empresario Gagik Tsarukian.

La fábrica, ubicada en el territorio de la antigua fortaleza de Ereván, construida en 591, estuvo abandonada entre 1991 y 2002, cuando fue adquirida por Tsarukián.

Tras unos trabajos de reconstrucción que duraron apenas dos años, la casa del coñac volvió a abrir sus puertas.

RECOMENDADO POR FORBES

La edición española de la revista Forbes situó el mes pasado a Armenia entre «los siete destinos impresionantes» que se pueden visitar a pesar de la pandemia de la covid-19.

«Saborear el coñac más antiguo del mundo en Armenia», titula la publicación el apartado dedicado a la república caucasiana en el que recuerda a sus lectores la famosa leyenda sobre la afición de Winston Churchill por el coñac armenio.

Dicen que el mandatario inglés probó el aguardiente de vino armenio durante la conferencia de Yalta y desde entonces era obsequiado con esa bebida de manera regular por cortesía del líder soviético Iósif Stalin.

La leyenda sostiene que en una ocasión Churchill notó que la calidad del regalo se había deteriorado y así lo notificó al dirigente soviético.

El motivo era que el enólogo encargado de la elaboración del coñac favorito del inglés -el Dwin- había sido enviado a Siberia. Al enterarse, Stalin rehabilitó al maestro, que pudo regresar a Ereván y garantizar personalmente la calidad del coñac enviado a Londres.

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